Las tres R

Hace años que escuchamos hablar del triángulo ecologista o la regla de las tres “R”. Fue en la Cumbre del G8 de 2004 donde la iniciativa de las 3R se fijó a las agendas internacionales. Las posteriores cumbres y reuniones de ministros han tenido este tema encima la mesa y se ha discutido como aplicar acciones de implementación a nivel mundial. Pero lo cierto es que el actual sistema productivo y económico comporta la generación de cada vez más residuos. Según datos de la Comisión Europea de 2016, en el estado español se generan anualmente una media de 463 Kg de residuos por persona al año.

A pesar de tener presente que la mayor parte de los residuos y la contaminación a nivel macro es generada por las grandes empresas transnacionales y el sector industrial, nosotros, a nivel doméstico, podemos incidir en los patrones de consumo. Así pues, es necesario poder aplicar las 3R en nuestra actividad cotidiana para generar menos residuos domésticos. Y en este sentido hay que tener presente la orden de priorización de este triángulo ecologista.

A diferencia de  lo que muchas personas y organismos se piensan, el reciclaje no es la pieza clave de este sistema. Las campañas en materia de residuos (“Envàs on vas”, “Se te ha caído”, etc.) se centran en el reciclaje, pero hay que insistir que el mejor residuo es el que no se produce, por mucho que después lo podamos reciclar. Tal y como explica el profesor José David Lara González, demasiadas veces se ha reducido el triángulo en el término “Reciclar” como si fuera la única y más importante respuesta para los conflictos ambientales. “El triángulo es jerárquico y en ese orden, reducir y reutilizar son más propios e importantes que el reciclar. Reciclar se la tercera opción. En uno caso hipotético idealizado, si se opera la reducción y la reutilización es posible que el reciclaje ya no tenga que verificarse: puede minimizarse o incluso podría ya no ser necesario”, explica Lara González en el artículo “Reducir, Reutilizar y Reciclar” publicado a la revista Elementos

De hecho, durante estos años también han surgido propuestas para actualizar y completar esta regla. Es el caso del autor Walter Pardavé Livia que propone las “10 R” implementando el triángulo con las siguientes estrategias ambientales: la Reordenación, la Reformulación, la Refabricación, la Revalorización, el Rediseño, la Recompensación y la Renovación. Aun así, en este artículo haremos inciso en las tres premisas básicas, dotándolas de valor y aportando acciones prácticas para hacerlas realidad.


Reducción


Este es el primer concepto y el más importante de la regla de las 3R. Se refiere a la reducción del consumo y este se puede dar en varios niveles (reducción del consumo de bienes, de servicios, consumo energético, etc.). Podríamos decir que esta primera regla podría conectar con algunos de los principios del Decrecimiento (corriente de pensamiento político que ocuparemos en exclusivo más adelante en este espacio), puesto que incluiríamos aquí el debilitar el consumismo y generar una conciencia de consumo responsable y ambientalista. O sea, un consumo que tenga en cuenta varios factores, entre ellos los costes ambientales, y no los meramente económicos. ¿Cómo lo podemos hacer? Sobre todo es una cuestión de conciencia y reorganización de los ritmos vitales, aun así os proponemos algunos consejos a nivel doméstico:
– Uso de transportes no contaminantes o uso de transporte público en vez del transporte privado.
– Consumo energético y de agua responsable a casa y al trabajo
– Reducir el consumo de productos tóxicos (sobre todo los de limpieza, puesto que podemos pasar a opciones económicas y menos agresivos como los vinagres, limón, alcohol, etc.)
– No comprar productos embalsados (mirar de comprar a peso, con envases reutilizados, etc.)

Reutilización


Este segundo principio se relaciona con el uso de los objetos y su vida útil. Otro vez, hay que tener conciencia de la inculcación, cada vez más, de la cultura desechable. La inmediatez y el ritmo acelerado que nos marca el sistema, nos lleva al consumo de “el utilizar y tirar”. La cultura del “un solo uso” ha creado el espejismo de presentarse como la mejor opción, la más práctica, la más fácil y, aparentemente, la más económica. Pero, todo el contrario, esta conlleva altos costes medioambientales que van más allá de la lógica del beneficio capitalista. Además, con la reutilización reducimos también la contaminación de producción y distribución (al no ser productos nuevos), el consumo energético y costes derivados de fabricación o ahorra la generación de más residuos, entre otros elementos. Por lo tanto, es de especial importancia darle la máxima utilidad a los objetos antes de tirarlos, destruirlos o incluso reciclarlos.


Por otro lado, la reutilización favorece la creatividad. Podemos reutilizar un objeto no sólo buscando el uso objetivo por el cual se fabricó, sino buscarle otras funciones. Por ejemplo, un vaso reutilizable de un concierto puede acontecer en un bote para lápiz o un test, entre otras funciones. Otras acciones como la restauración de muebles viejos o el comprar productos de segunda mano también contribuyen a la reutilización, puesto que alargamos la vida útil de los objetos.

Reciclaje
El reciclaje es la tercera acción del triángulo ecológico. El reciclaje comporta coger los productos que hemos rechazado (los residuos) y transformarlos en nueva materia. Con el reciclaje el que ganamos es que no se malbaraten recursos naturales. Ejemplos: si usamos vidrio reciclado no usaremos las materias primeras como la arena, la sosa o la piedra calcárea y si utilizamos papel reciclado, se talarán menos árboles.

Pero el reciclaje, no es nada fácil. Cómo ya comentamos en este espacio en un artículo sobre el reciclaje de los envases plásticos, todo el proceso de reciclaje tiene unos altos costes y no todos los residuos se pueden reciclar. Por lo tanto, tenemos que ser conscientes que las dos primeras reglas son las más importantes para poder generar más transformación y menos impacto ambiental.

Cuando hablamos de reciclaje a nivel municipal estamos hablando de procesos industriales que permiten convertir, por ejemplo, una caja de cartón en un papel nuevo o el envase de una botella en un nuevo polímero. Pero a nivel doméstico también podemos reciclar, puesto que podemos hacer compostaje con los residuos orgánicos o papel con papeles usados, agua, una licuadora y un bastidor. Otras opciones que favorecen el reciclaje es consumir productos reciclados. Para ello, es importante que los productos ofrezcan la información suficiente, ya sea en el etiquetado o en el lugar de venta, porque a la hora de comprar los y las consumidoras opten por los productos reciclados.

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